Los Free Art Ensemble con su espectáculo “Antes existió el grito” fue sin duda alguna el punto álgido de la transgresión.
2 baterías, 2 contrabajos, seis vientos, Sonia Sánchez al baile y Carles Dénia al cante son una formación poco habitual en certámenes flamencos, y un espectáculo como el suyo donde el free jazz sirve de soporte musical para viajar al flamenco, son palabras mayores. Si conocéis a Carles Dénia ya sabéis de lo que es capaz el valenciano, no tiene ningún problema para cantar lo que sea, su voz es un prodigio y como músico, conoce suficientemente el jazz y el flamenco como para estar en este proyecto, usó su voz como un instrumento más y estuvo preciso y seguro. Los músicos tenían muy clara su propuesta, jugar con sus instrumentos, conseguir sonidos ancestrales o modernos era complementario según el momento. Su gran apuesta era poder ofrecer un directo fresco, alternándose algunos vientos en la dirección musical, me recordaron aquellas experiencias deZorn en los 90, aquel Cobra con la gente del Taller de Músics. Julián Sánchez alternó trompeta con percusiones y para un servidor centró la noche en el momento en que desde las percusiones de un mini xilófono de madera fusionó madera, metal y ritmo en un solo quejido ancestral. Pero, al menos para mí, la verdadera sorpresa de la noche fue Sonia Sánchez, era como si una mujer de la época de Cromañón, escuchando por primera vez una flauta (la de Valentín Murillo, en este caso) hubiese intentado bailar al mismo tiempo que alzaba su cuerpo por primera vez para diferenciarse del resto de los cuadrúpedos, un espectáculo apasionante, un baile sin adornos, doloroso físicamente, pero cargado de fuerza como fue el baile de Carmen Amaya.
2 baterías, 2 contrabajos, seis vientos, Sonia Sánchez al baile y Carles Dénia al cante son una formación poco habitual en certámenes flamencos, y un espectáculo como el suyo donde el free jazz sirve de soporte musical para viajar al flamenco, son palabras mayores. Si conocéis a Carles Dénia ya sabéis de lo que es capaz el valenciano, no tiene ningún problema para cantar lo que sea, su voz es un prodigio y como músico, conoce suficientemente el jazz y el flamenco como para estar en este proyecto, usó su voz como un instrumento más y estuvo preciso y seguro. Los músicos tenían muy clara su propuesta, jugar con sus instrumentos, conseguir sonidos ancestrales o modernos era complementario según el momento. Su gran apuesta era poder ofrecer un directo fresco, alternándose algunos vientos en la dirección musical, me recordaron aquellas experiencias deZorn en los 90, aquel Cobra con la gente del Taller de Músics. Julián Sánchez alternó trompeta con percusiones y para un servidor centró la noche en el momento en que desde las percusiones de un mini xilófono de madera fusionó madera, metal y ritmo en un solo quejido ancestral. Pero, al menos para mí, la verdadera sorpresa de la noche fue Sonia Sánchez, era como si una mujer de la época de Cromañón, escuchando por primera vez una flauta (la de Valentín Murillo, en este caso) hubiese intentado bailar al mismo tiempo que alzaba su cuerpo por primera vez para diferenciarse del resto de los cuadrúpedos, un espectáculo apasionante, un baile sin adornos, doloroso físicamente, pero cargado de fuerza como fue el baile de Carmen Amaya.
Candido Querol
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